lunes, 3 de agosto de 2015

Hijos del Espacio

«Os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como niños...»


La casi desconocida Hijos del Espacio, de 1958, es una extraña película notablemente alejada de los tópicos de la ciencia-ficción de la época, aunque sea debida a dos personalidades del género como el productor William Alland y el director Jack Arnold. Fue la primera producción de Alland con Paramount Pictures y la penúltima película fantástica de Arnold. El film se basa en The Egg, una historia no publicada de Tom Filer, que adaptó con significativas alteraciones el guionista Bernard C. Schoenfeld. Cuenta cómo un cerebro alienígena se comunica telepáticamente con los hijos de varios científicos que participan en el desarrollo de una nueva arma, empujando a los niños a sabotear el trabajo de sus padres. En el reparto aparecen Adam Williams, Peggy Webber, Jackie Coogan, Richard Shannon, Raymond Bailey y Russell Johnson, junto a los jóvenes Michel Ray, Johnny Washbrook, Sandy Descher y Johnny Crawford. Van Cleave escribió la música. Paramount distribuyó el film en programa doble con El Coloso de Nueva York, otra producción de William Alland.

Póster de la película (foto: Wrong Side of the Art!)

Casi toda la película se filmó en un puñado de decorados sumamente espartanos y con escasos alardes visuales. El "cerebro" alienígena fue fabricado con plástico por Ivyl Burks, jefe del departamento de atrezzo de la productora. En su estado final, la criatura pesaba unos 500 kilos, medía metro y medio de ancho por tres metros de largo, y contenía luces de neón por valor de 3.300 dólares. La recepción de Hijos del Espacio no fue buena y todavía hoy es uno de los trabajos más infravalorados de Jack Arnold (también, curiosamente, el más personal).

En muchos sentidos, este film es una especie de continuación — que no una secuela — de Vinieron del Espacio (1953). El que sea además un tipo de ciencia-ficción políticamente atrevida no hace sino añadirle encanto y permite pasar por alto sus evidentes limitaciones (acción prosaica, mensaje obvio). Arnold era un experto en conseguir algo — a veces algo sustancial — con muy poco. Para empezar, muchos de los actores interpretan papeles insólitos en sus carreras, una oportunidad de hacer algo diferente que se toman muy en serio; por su parte, los protagonistas infantiles se muestran sencillos y naturales. Este cuento pacifista a contracorriente se rodó apenas unos meses después del lanzamiento del Sputnik soviético, el cual desató el pánico en los Estados Unidos e inició una Carrera Espacial de abierto impulso militar. La idea de enviar armas al espacio estaba — otra vez — de plena actualidad y Arnold tuvo la audacia de hacer una película que decía enfáticamente «¡no!».

La infame Plataforma Espacial Militar propuesta por el Secretario de Defensa James Forrestal en 1948 (foto: Project 1947)

La obra del director destaca entre las películas de serie B de sus contemporáneos; en particular, sus films poseen un soberbio sentido de la atmósfera, capaz de mostrar de una forma hechizante a los personajes aislados (real o metafóricamente) en medio de los paisajes de la Tierra. El soliloquio de Richard Carlson en Vinieron del Espacio cuando describe el desierto de Arizona encuentra su eco en las palabras de Michel Ray: «todo este océano y arena es como si fuera otro mundo». Entre los momentos más innegablemente inquietantes figuran las recurrentes escenas de los chicos adentrándose en la cueva.

La idea de unos niños "poseídos" por un ente alienígena sería tratada con otro tono en la perturbadora El Pueblo de los Malditos (1960). Como quiera que ha habido cierta polémica respecto a si los "hijos del espacio" actuaban bajo el control de la criatura espacial o por propia voluntad, la cita bíblica con la que termina la película (San Mateo, Capítulo 18, versículo 3) apunta decididamente hacia la segunda posibilidad.

Dave Brewster empieza su trabajo como técnico electrónico en una base ultrasecreta de la Fuerza Aérea. Con él están su esposa Anne y sus hijos Bud y Ken, todos ellos recelosos del repentino traslado, así como de la austera existencia que todas las familias allí soportan. Apenas llegan, Bud y Ken ven una extraña luz en el cielo que apunta hacia la costa y poco después parecen recibir comunicaciones telepáticas cada vez más fuertes — y detalladas — de origen desconocido. Los chicos son arrastrados, junto con los niños de otras familias, a una solitaria cueva cercana a la playa, donde se oculta una presencia alienígena (en la forma de un enorme cerebro que no deja de crecer). Al principio, el cerebro intenta que los niños persuadan a sus padres de que completar su proyecto — un misil llamado "The Thunderer", que pondrá en órbita una bomba de hidrógeno capaz de alcanzar cualquier objetivo en caso de que los Estados Unidos se vean amenazados — es demasiado peligroso. Sólo el doctor Wahrman, inventor del misil, les presta alguna atención. A medida que el momento del lanzamiento se acerca, el alienígena toma medidas más directas...

Una nueva vida en el sur de California que no entusiasma a todos (foto: DVDBeaver)

Extrañamente atraídos hacia la cueva (foto: DVDBeaver)

El ente alienígena con su aspecto inicial (foto: DVDBeaver)

Dave y Anne no saben cómo tratar a su rebelde prole (foto: DVDBeaver)

Joe Gamble, el brutal padrastro de Tim (foto: DVDBeaver)

Los burócratas no tienen oídos para los niños (foto: DVDBeaver)

Los "hijos del espacio" (foto: DVDBeaver)

Un rayo transportador se lleva al ser extraterrestre (foto: DVDBeaver)

Escena de la película (vídeo: YouTube)

The Space Children (1958) on IMDb


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